En los campos que rodean a Brihuega, como en tantas otras localidades rurales de España, se alza un gigante de hormigón que desafía el paso del tiempo: el silo de cereales, también conocido como "la catedral del campo".
Este apelativo, más poético que descriptivo, evoca la solemnidad de su presencia en el horizonte, donde su altura resalta sobre la vasta horizontalidad de las tierras de cultivo. Aunque su diseño no busca la grandeza arquitectónica de una catedral gótica, su significado en el paisaje rural y su papel histórico son innegables.
Un Recorrido por la Historia del Trigo y los Silos
Para comprender la relevancia de estos colosos, hay que retroceder a la España del primer tercio del siglo XX, una época marcada por una agricultura de subsistencia, cosechas de trigo erráticas y un mercado desordenado.
El "problema triguero", como se denominaba entonces, reflejaba la angustia de un país incapaz de garantizar la estabilidad económica de los agricultores ni el abastecimiento regular de las ciudades.
Este panorama derivó en interminables debates políticos, que durante años solo produjeron soluciones tímidas, como los silos cooperativos. Sin embargo, fue la Guerra Civil la que marcó un antes y un después en la gestión del trigo.
En 1937, en plena contienda, se creó el Servicio Nacional del Trigo (SNT), cuya misión era doble: adquirir la cosecha directamente de los agricultores y garantizar el suministro a una población golpeada por la guerra.
Esta intervención estatal se mantuvo y se intensificó durante la posguerra, cuando las dificultades se vieron agravadas por la conocida "pertinaz sequía" y una economía devastada. Fue en este contexto cuando, entre 1941 y 1984, el SNT desarrolló la Red Nacional de Silos y Graneros, una vasta infraestructura que abarcaba todo el país.
El Silo de Brihuega: Una Herencia Sin Uso
En el caso de Brihuega, su silo se integró en esta red nacional hasta que el declive del modelo agroalimentario centralizado lo dejó sin función. En octubre de 2010, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha cedió su titularidad al Ayuntamiento de Brihuega.
Sin embargo, desde entonces, ninguna administración local ha logrado encontrar un propósito claro para esta estructura. Durante años, permaneció como un símbolo inmóvil de un pasado olvidado, hasta que, en 2020, una pequeña parte del silo fue habilitada como sede de Protección Civil y cocheras municipales.
Un Legado a la Espera de Ideas
El silo de Brihuega, como tantos otros, es un recordatorio del vínculo entre el pasado y el presente, entre el esfuerzo colectivo de generaciones anteriores y las decisiones que debemos tomar hoy. Convertirlo en algo más que una estructura olvidada requiere una mirada creativa y audaz, capaz de reinventar su propósito sin perder de vista su valor histórico.
Quizás algún día, estas "catedrales del campo" encuentren un nuevo significado en nuestras comunidades, devolviéndoles la relevancia que tuvieron en su origen, pero adaptadas a un mundo que ya no depende del trigo como eje central de su economía, pero sí de su historia como raíz de identidad.
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