EL SILENCIOSO TRABAJO DE LAS HILANDERAS DE BRIHUEGA EN LA REAL FÁBRICA DE PAÑOS DE BRIHUEGA


01/12/2024

En las entrañas de la historia textil de España, Brihuega ocupa un lugar destacado como una de las grandes manufacturas de la época moderna. En el siglo XVIII, su Real Fábrica de Paños se erigió como un centro de producción de telas, que abastecerían tanto al mercado local como al internacional. 

 

Sin embargo, detrás del fulgor de la industria, existió un trabajo silencioso, invisible para muchos, pero fundamental para el progreso de la producción: el laborioso oficio de las hilanderas.

 

El hilado, una labor que desde tiempos inmemoriales se ha asociado con lo femenino, no solo se consideraba una habilidad doméstica, sino que también tenía connotaciones culturales profundas. En la mitología clásica, las mujeres son las encargadas de hilar el destino humano: las Moiras, figuras que tejen, manejan y cortan el hilo de la vida. 

 

En el caso de la Real Fábrica de Paños de Brihuega, este acto de hilado, realizado por mujeres humildes de la comarca, se convirtió en el latido de una industria pujante. A partir de 1750, las hilanderas llegaron a Brihuega provenientes de distintos pueblos cercanos, muchas de ellas en situación de marginalidad. 

 

Eran mujeres de orígenes humildes, que venían en busca de una oportunidad, sin embargo, el trabajo que realizaban no era reconocido ni valorado en su justa medida.

 

La Real Fábrica, fundada en 1750 por el rey Fernando VI impulsa la producción de paños finos y lanas, y para ello requería una ingente cantidad de mano de obra. A cambio, las hilanderas recibían una oportunidad de formación y empleo, aunque en términos económicos, su labor era remunerada de forma escasa. 

 

La mano de obra femenina se convirtió en una pieza esencial del engranaje industrial, pero su valor era subestimado por una sociedad patriarcal que, aunque dependía de su trabajo, no otorgaba ningún reconocimiento social a la mujer trabajadora.

 

Este trabajo, por tanto, no solo implicaba el desgaste físico de las mujeres, que pasaban largas horas manipulando la rueca, sino también el desgaste emocional de ser constantemente invisibilizadas. Las hilanderas de Brihuega, como muchas otras mujeres de la época, desempeñaban una labor ardua en la que se entrelazaban el esfuerzo físico y la invisibilidad social. 


La propia estructura de la fábrica se diseñó con un fuerte componente de segregación de género. Las mujeres trabajaban en espacios diferenciados, desempeñando tareas que requerían delicadeza y paciencia, mientras los hombres se ocupaban de la parte más técnica o de la supervisión. 

 

De alguna manera, el trabajo de las hilanderas se aproximaba a la representación mitológica del "hilo de la vida", no solo porque en sus manos se tejían los productos que sostenían la economía de Brihuega, sino también porque, a través de su trabajo compartido, hilaban una red invisible de apoyo mutuo.

 

Así, el silencioso trabajo de las hilanderas de Brihuega es una historia de lucha, invisibilidad y resistencia. Es un testimonio de las mujeres que, a través de sus manos, contribuyeron de manera fundamental al desarrollo de una industria, pero cuya memoria ha quedado oscurecida por el paso del tiempo. 

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