Hace ya unos años, el Ayuntamiento de Brihuega se embarcó en un proyecto de mejora urbanística: la reforma del Paseo de Jesús Ruiz Pastor. 

Una obra que prometía modernizar uno de los accesos más transitados de la localidad, sobre todo en verano, cuando los turistas se acercan a disfrutar de los campos de lavanda. 

El plan consistía en adoquinar todo el paseo, lo que a priori suena como una iniciativa admirable, sin embargo, en algún punto entre el principio y el fin, algo se desvió. Y, más de una fase después, la obra sigue siendo, para todos los efectos, un proyecto "en construcción".

Aunque los detalles son nebulosos y cada administración pone el balón en el campo de la otra, el hecho es que la última fase de la obra está aun sin completar. 

La responsabilidad recae, en teoría, sobre la Diputación Provincial de Guadalajara, que financió la reforma, pero no podemos olvidarnos del Ayuntamiento de Brihuega, que parece haber tenido poca prisa en dar el último empujón a la obra, o quizás, simplemente, se olvidaron.

Lo cierto es que el estado del Paseo de Jesús Ruiz deja mucho que desear. Si uno se acerca a este punto clave del municipio, especialmente durante la temporada alta de turistas, la imagen que se ofrece no es precisamente la de un lugar preparado para recibir a visitantes que buscan algo más que la belleza de los campos de lavanda. 

El adoquinado a medio hacer, las zonas sin terminar y la ausencia de una señalización adecuada convierten a este paseo en una especie de "obra en curso perpetuo", una suerte de monumento al olvido administrativo. 

Y, en lo que parece un ejercicio de pragmatismo, muchos esperan que, en lugar de dejarlo como una anécdota más, se dé por fin el paso definitivo: la terminación de los trabajos.

Además, sería prudente, y no menos urgente, implementar una señalización tanto vertical como horizontal que regule de manera satisfactoria el tráfico por este paseo, que presenta sobre todo en verano, una gran afluencia de peatones y vehículos.

En definitiva, el Paseo de Jesús Ruiz sigue siendo un proyecto “a medio terminar”, una obra olvidada en algún rincón de la gestión pública que, por alguna razón, no parece haber despertado el interés de quienes deberían dar el último empujón. 

Y mientras tanto, Brihuega se queda con su "paseo a medio hacer", un lugar perfecto para recordar que, a veces, la promesa de modernidad se convierte en una eterna espera.