El vínculo de Brihuega con las artes y la literatura se manifiesta en muchos aspectos, y el ejemplo de La Tía Tula, tanto en la obra literaria de Miguel de Unamuno como en su posterior adaptación cinematográfica por Miguel Picazo, es un reflejo perfecto de cómo Brihuega inspira y se entrelaza con la cultura.

En la novela, el episodio donde Tula se refugia con su familia en casa de su tío Pedro en Brihuega da una pausa necesaria a las tensiones emocionales entre ella y su cuñado. 

Pero lo que es más interesante es cómo Brihuega no solo funciona como un escenario físico, sino como un espacio de introspección y conflicto, un lugar donde los personajes confrontan sus dilemas internos bajo la influencia de un ambiente que invita al recogimiento.

Por otro lado, Miguel Picazo, en su versión cinematográfica de 1964, convirtió esos elementos literarios en imágenes de gran belleza, y Brihuega sirvió como un escenario privilegiado para capturar esa atmósfera. 

Los jardines de la Real Fábrica de Paños fueron un marco perfecto para encuadrar las emociones de los personajes, creando un contraste entre la intensidad de los conflictos humanos y la serenidad del entorno.

La referencia de Cela, gran amante de Brihuega, sobre el jardín de la Fábrica de Paños, destacando su carácter romántico y melancólico, nos conecta con esa visión más amplia de Brihuega como un lugar cargado de simbolismo, un escenario que inspira tanto a cineastas como a escritores. 

Al describirlo Cela como «un jardín para morir, en la adolescencia, de amor, de desesperación, y de nostalgia», Cela lo eleva a un nivel poético que encapsula la esencia de la localidad.

Brihuega, con su rica historia, su arquitectura industrial del siglo XVIII, sus monumentos y sus paisajes cargados de nostalgia, sigue siendo un lugar que invita a explorar tanto el pasado como las emociones más profundas de quienes lo visitan.