CUENTO DE NAVIDAD, EN BRIHUEGA
Artículo de Plataforma Brihuega 23/12/2024                                                                                                                                                                                                                                                        

Era la tarde del 24 de diciembre en Brihuega, las luces de Navidad iluminaban ya las calles, creando una atmósfera mágica que envolvía a todos. 

 

En el Parque de Santa María, un grupo de niños jugaba alegremente, corrían entre los árboles y se reían mientras las primeras luces del anochecer comenzaban a aparecer.

 

—¡Venid, venid, mirad! —exclamó Valentina, una niña de unos ocho años, señalando algo en el arbusto cercano del jardín.

 

Los demás críos se acercaron rápidamente, intrigados, entre las ramas del arbusto, algo pequeño y brillante se movía, era un duendecillo, de orejas puntiagudas y con un gorro rojo que hacía juego con su abrigo verde, los críos no podían creer lo que veían.

 

—¿Quién eres? —preguntó Lucas, uno de los más pequeños y más atrevido con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

 

El duendecillo sonrió travieso y, haciendo una reverencia, dijo:

—Soy Flinn, un duende que se encarga de ayudar a Papá Noel, este año he venido a Brihuega para asegurarme de que todos tengan una Navidad llena de magia y alegría.

 

Los niños se miraron entre sí, sin creer lo que oían, pero la calidez de su voz y su presencia parecían confirmar que algo especial estaba ocurriendo.

—¿Puedes enseñarnos algún truco de Navidad? —preguntó Valentina, llena de entusiasmo.

 

Flinn asintió y, con un movimiento rápido de su mano, hizo que una serie de luces brillantes flotaran en el aire, formando figuras de renos, estrellas y árboles de Navidad, los niños aplaudieron emocionados, y el Castillo de la Piedra Bermeja se llenó de una luz cálida y festiva.

—¡Es increíble! —exclamó Pablo, mientras veía cómo las luces danzaban sobre ellos.

 

En ese momento, desde la lejanía, comenzaron a escucharse las campanas de la iglesia de San Felipe, era el anuncio de las carrozas tiradas por renos, que llegaban al pueblo, y los niños, sin pensarlo dos veces, corrieron hacia la calle principal para ver el desfile.

 

Flinn, el duendecillo, les siguió, sonriendo, a medida que avanzaban, la emoción en el aire se hacía más palpable, los niños se alinearon junto a la acera, esperando ver de cerca las carrozas, pero antes de que pudieran llegar, Flinn levantó la mano y les susurró algo al oído a cada uno.

 

De repente, los rostros de los niños se iluminaron aún más. ¡Era como si todos los colores de la Navidad se concentraran en su interior! Los niños, sin saber exactamente por qué, sentían una profunda felicidad y paz, algo muy especial estaba ocurriendo.

 

Flinn miró a los niños y les dijo: La Navidad es mucho más que regalos y celebraciones. Es un tiempo para abrir los corazones, dar amor, y estar unidos, cada uno de ustedes tiene algo especial que ofrecer a los demás, nunca lo olviden.

 

Los niños asintieron, comprendiendo de alguna manera el mensaje, el duendecillo sonrió y, como si fuera parte de la magia, desapareció entre las luces del parque.

 

La magia de la Navidad no solo estaba en las luces, sino en el amor compartido por todos, y como dijo Flinn: “La verdadera magia está en lo que hacemos por los demás, el verdadero espíritu de la Navidad está en compartir y hacer el bien a los que tenemos más cerca”.

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