Las Fiestas de agosto de Brihuega, son esa fecha esperada que, durante todo el año, palpita en el corazón de los brihuegos, como una promesa de reencuentro, tradición y vida. Aunque, a simple vista, la vida parece seguir su curso como si nada hubiera cambiado, en el fondo todos sabemos que algo sí que nos ha cambiado, a cada uno de distinta manera.
La ilusión de que todo permanece intacto, sin cambios desagradables, es parte del encanto de estas festividades. Los colores, los sonidos y las emociones parecen ser los mismos año tras año, pero a veces las caras de los brihuegos, las historias y las anécdotas son diferentes.
En las calles del pueblo, camino del pregón, escenarios vivos de estas celebraciones, las edades se entremezclan con naturalidad. Hay nietos que, aún retenidos por la timidez, observan desde la distancia los cabezudos, mientras sus abuelos los llevan de la mano.
Mientras se espera el Pregón, se comentan los últimos retoques dados a esos disfraces ya preparados para el informal y espontáneo Marujo, donde el desenfreno y la originalidad son los reyes de la tarde.
Por otro lado, los brihuegos que se fueron, pero que vuelven cada año desde la ciudad, reconocen con asombro a aquel chaval que hace un año era un niño y ahora se ha convertido en todo un adolescente. “Menudo estirón has dado” es la frase que más se escucha entre los saludos. El tiempo parece haber pasado en un abrir y cerrar de ojos, pero la conexión familiar sigue siendo tan sólida como siempre.
Los mayores junto con los adolescentes volverán a estar en la Procesión de la Cera, antesala de la Procesión del día de la Virgen. Por la noche atronarán los fuegos artificiales, ya clásicos en todas fiestas, que se precien.
Los taurinos, por su parte, esperan con impaciencia la llegada del clásico encierro. Es uno de los momentos más esperados, donde la adrenalina y la tradición se dan la mano. Las calles del pueblo se llenan de espectadores y participantes, todos vibrando al compás de los toros que recorren las calles, buscando el campo abierto, en un evento que, para muchos, es el verdadero corazón de las fiestas.
Las Fiestas de Agosto no son solo una tradición; son el reflejo de la vida que sigue fluyendo en los pueblos, entre recuerdos y nuevos momentos, entre la añoranza de lo que fue y la emoción de lo que está por venir. Un tiempo en el que la ilusión de que nada cambia se mezcla con la certeza de que, en cada encuentro, algo nuevo siempre nace.
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