RINCONES DE BRIHUEGA: LA PLAZUELA DE LA FUENTE DEL HISOPO


26/10/2024

A pocos pasos de la icónica Fuente de los Doce Caños y en dirección hacia la histórica Puerta de la Cadena, se abre, discreta, la calle del Hisopo.

 

Ahí, como esperando en el rincón olvidado, está una pequeña plazuela adornada por la fuente del Hisopo, es una joya modesta, de dos caños que ofrecen su agua cristalina y fresca, recogida en un pilón de trazos sencillos y casi cuadrados, pegado a la pared como quien intenta pasar desapercibido.

 

Esta plazuela, rodeada por tres bancos gastados por el tiempo, invita a detenerse, a descansar escuchando el murmullo de la fuente.

 

El agua, tan fresca calma los calurosos veranos y ofrece un alivio íntimo a quienes la visitan, sean vecinos o forasteros. Los atardeceres en este rincón son, sin duda, una celebración de la vida cotidiana de los vecinos; el sonido del agua parece contar historias, mientras el sol se pierde entre las calles de piedra y dibuja sombras alargadas en el pavimento.

 

La Fuente del Hisopo es, de todas las de Brihuega, una de las más pequeñas, pero no por ello menos entrañable, en torno a ella se reúnen los vecinos, en especial aquellos de mayor edad, que atesoran recuerdos y vivencias de otros tiempos.

 

Bajo el sol del verano, los mayores se convierten en auténticos cronistas de la memoria colectiva, compartiendo con quienes quieran escuchar las historias de su juventud, los secretos del pueblo y las anécdotas que el tiempo ha dejado en sus memorias.

 

La fuente es para ellos más que una estructura de piedra; es un refugio, un lugar de encuentro donde, entre sorbos de agua y tertulias, se refuerzan los lazos que hacen de Brihuega un pueblo tan especial.

 

Y para los viajeros, esta pequeña plaza, con su fuente es un rincón perfecto para hacer una pausa. Aquí, en los bancos, se refrescan con su agua y encuentran un momento de calma en el que poder recordar todo lo que han visto en Brihuega.

 

En esta plaza, llena de la sencillez de la vida rural, el tiempo parece haberse detenido y el pueblo se convierte en una pintura viva, esperando ser contemplada.

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