Aunque un cementerio no pueda considerarse propiamente como un recurso turístico, hay algunos que merecen la pena visitarlos como el de Brihuega, este tiene un gran valor porque está encerrado dentro del recinto del Castillo de la Piedra Bermeja, que hoy en día está considerado uno de los edificios más emblemático de Brihuega.

El cementerio fue construido entre los siglos IX y XI, su origen se remonta a la época califal, el castillo fue residencia veraniega de los reyes taifas de Toledo hasta 1085, en especial de Al-Mamún, quien lo donó a su huésped y refugiado don Alfonso, después rey de Castilla, y conquistador de Toledo.

Fue habilitado legalmente como cementerio en 1834 por culpa de una epidemia de cólera y pasó a manos municipales con la Desamortización de Mendizábal en 1835.

El cementerio se asienta sobre un barranco en el valle del río Tajuña y tiene dos partes bien diferenciadas la parte de arriba donde estaría el piso noble, con grandes ventanales formando arcos y un capitel de trazas visigodas y la zona nueva de abajo.

En la zona de arriba se situaba el salón principal de audiencias o salón Noble, donde se recibía a cualquier persona importante que llegara a visitar Brihuega, está rematado al final con una preciosa capilla puramente gótica rodeada de todo un zócalo de pinturas mudéjares geométricas, una de las pocas que se pueden encontrar en España, que la hace sin duda la joya arquitectónica más importante que posee Brihuega. 

La parte de arriba fue la que primero se construyó y donde se enterraban a las familias más poderosas en grandes panteones. El cementerio fue ampliado (hoy conocido como cementerio de abajo) sobre la huerta llamada del Arriero el 24 de abril de 1881 en esta parte más nueva es donde se enterraban a las familias más humildes.